Aniceto, el vencecanguelos by Consuelo Armijo

Aniceto, el vencecanguelos by Consuelo Armijo

autor:Consuelo Armijo [Armijo, Consuelo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Infantil
editor: ePubLibre
publicado: 1981-01-01T05:00:00+00:00


11

El brujo

ERASE un lunes como otro cualquiera, sólo que aquél no era un lunes cualquiera, pues iba a ir al colegio de Aniceto un profesor nuevo, que iba a explicar una asignatura nueva, que se llamaba química. El profesor entró en la clase. Aniceto le miró con curiosidad, el profesor también le miró a él y frunció el ceño. A Aniceto no le gustó nada el profesor.

La clase empezó. El profesor comenzó a explicar unas cosas muy raras que no se entendían. A Aniceto tampoco le gustaron.

—Y si a eso le añadimos oxígeno, se convierte en…

¿Pero cómo iban a pasar esas cosas? Y entonces, de repente, Aniceto lo comprendió: ¡Aquel señor era un brujo! ¡Un brujo que se había hecho profesor! ¡Válgame Dios, la que le había caído!

Para acabar de complicar las cosas, cuando acabó de explicar, al profesor le dio por preguntar:

—¿De qué se compone el agua?

—¿En qué se convierte la limonada si le echamos lejía?

Bueno, no… Me parece que eso exactamente no lo preguntó, pero de todas maneras eran unas cosas rarísimas. Aniceto ni contestó. ¡El qué sabía! El profesor frunció el ceño y dijo:

—Aniceto es el peor.

La cosa trajo cola (y no precisamente de novia) porque pasaron las semanas y resultaba que la química estropeaba las notas a Aniceto, por ella no gabina diplomas. ¡Era una lata!

—Mañana haré un examen escrito —dijo el profesor-brujo un día.

Aniceto decidió poner fin a sus suspensos y aprender brujería, digo química. Se puso a estudiar con mucho ahínco, y en esto, el profesor pasó por allí, le miró, frunció el ceño y Aniceto dejó de entender lo que ponía el libro. ¡El brujo del profesor debía de haber convertido el libro de química en un libro chino! ¿O sería japonés? Bueno, el caso es que aquello no se podía estudiar, y a Aniceto le volvieron a suspender.

—Como siempre, Aniceto es el peor —comentó el profesor cuando hubo corregido los ejercicios.

Aniceto se encogió de hombros. ¿Cómo podía luchar contra un brujo? Aquella mañana se aburrió en clase más que nunca. El profesor hablaba y hablaba, pero el muy brujo de él lo hacía en sueco. ¿O sería polaco? Bueno, en algún idioma extraño debía de ser porque Aniceto no le entendía.

Y un día, cuando más complicado estaba el asunto, la cosa se solucionó. Fue por pura casualidad. Veréis: estaba Aniceto comiendo en su casa, cuando de repente, casi sin darse cuenta, dijo:

—Mi libro de química está escrito en japonés y el profesor explica la lección en sueco.

—¿Qué dices? —le preguntó su padre.

—Pues eso, que es un brujo y ha convertido el libro en japonés.

El padre no se lo quería creer.

—Pues mira —dijo Aniceto llevándole el libro.

Lo abrieron, empezaron a leerlo juntos y… ¡Oh prodigio! ¿Si todo habría sido imaginación de Aniceto? ¡El libro estaba en castellano y se entendía todo lo que decía! ¡Era muy fácil!

—Pues antes no se entendía —dijo Aniceto.

Aquella tarde se la pasó estudiando. Ya sabía mucha química, que, por cierto, no es igual que brujería, ¡qué va!, se había equivocado en eso también.



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